Como todo viaje, no debe olvidarse el aspecto gastronómico y creo que en Francia la repostería puede ser un buen exponente.
Después del exceso calórico, aprovechamos la mañana para quemarlo recorriendo Saintes. Empezamos por uno de los monumentos más representativos y que se encuentra a escasos metros de nuestro amarre: el Arco Germánico.
El paseo nos lleva por diferentes muestras del patrimonio de Saintes:
- anfiteatro romano, preparado en verano para obras de teatro
- la catedral de Saint Pierre
- la iglesia de Eutrope y sus inquietante cripta
- el ayuntamiento con unas espectacular vistas de toda la ciudad
- las termas romanas de Saint Saloine
Después de comer dejamos la ciudad.
Las orillas del río es una sucesión de pescadores que obliga a esquivar sus sedales. Es difícil y nos llevamos alguno con el consiguiente enfado del propietario. ¿Qué nos habrá gritado?. Son constantes las sorpresas, desde un barco encallado, extraños artilugios de pesca y alguna que otra impresionante villa.
En St Savinien, tomamos la decisión de acabar nuestra navegación hacia el mar y coger un tren hasta La Rochelle.
Nos informamos en la oficina de turismo sobre la ciudad y los horarios de trenes hacia La Rochelle, decidiendo madrugar para pasar nuestro primer día lejos del barco.
Menuda noche, entre el temor de romper el punto de atraque y los sonidos de ranas, de aves y de la misma corriente, no fue fácil conciliar el sueño.
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