domingo, 28 de marzo de 2010

Japón Día 10. Nikko: viento, sol, lluvia y la nieve que faltaba


No nos lo podemos creer, ¡está nevando!. En el llamado país del Sol Naciente hemos pasado por días de viento extremo – el último será el peor-, sol, lluvia y sólo nos faltaba la nieve -repetiremos más adelante-.

Adquirimos un bono de transporte para poder recorrer todo Nikko, incluida la subida hasta el lago Chuzenji, a unos 40 minutos aproximadamente del centro.
Nos bajamos del autobús en el puente sagrado, Shinkyo, sobre el río Daiya.
A dos minutos caminando, está el primer templo Rinno-ji con el pabellón de los Tres Budas. Algún que otro apretón, pues a pesar del mal tiempo, sigue siendo domingo y está plagado de turismo interno. ¿Cómo será en un sábado o domingo soleado?

Y llega la estrella del día, el magnífico santuario Toshogu. Cada elemento que contiene, almacenes, torres, puertas, pagoda compiten en belleza. Sin embargo, lo más significativo -seguro que no lo más valioso- son los monos labrados en la decoración del establo sagrado que representan diferentes etapas de la vida:

La madre oteando el futuro del hijo
La indeferencia
La expectación hacia el futuro
Y destacando entre todas las escenas, los tres monos sabios: el que no oye, no habla y no ve

Cerramos la primera parte del día vistando los santuarios de Taiyuin-byo con sus atemorizantes guardianes protegiendo las puertas de acceso y Futura-san.

Después de recorrer la zona de templos queda la segunda parte, la vista de la cataratas Kegon. 30 gélidos minutos de espera al autobús. Según se va subiendo por la carretera de montaña, la cosa se pone muy fea: no se ve más allá de 20 metros a causa de la niebla. Y llegados a la zona del lago Chuzenji se confirma: imposible ver las cataratas, así que nos quedaremos con una “audición” panorámica.
Es el único “pero” que se puede poner a los japoneses en el viaje, ¿cómo la mujer de la oficina turística no nos informó de que no se veía nada? Dos horas de carretera y frío para nada.

El hambre no aprieta mucho con lo que nos arriesgamos con comida vegetariana, típica de la zona, al ser la dieta de los monjes budistas que residen en ella. Pedimos el "set Yuba" formado por tofu - mejor en este segundo intento- y diferentes platos preparados a partir de yuba.
Vuelta a Tokio vía Utsunomiya, no sin antes disparar unas cuantas fotos al tren y a la elegante -hasta la máquina de bebidas está decorada- estación de madera, la más vieja de Japan Rail. Por cierto, el JR Pass nos finaliza tras siete ajetreados días en los cuales se ha amortizado sobradamente. Envidiable red de trenes y envidiables precios.

Exquisita cena a base de tempura (Tempura Zen) en el restaurante original de una cadena extendida por todo Tokio, Tsunahachi.

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