lunes, 22 de marzo de 2010

Japón Día 4. Cambio de ciudad como una bala: Kioto

Madrugón a las 6 para coger el tren bala, Shinkansen, a Kioto. Nuevamente el cuerpo se resiste pero hoy no hay concesiones, a las 8:30 sale el Hikari Super Express. Con la Chuo Line Rapid en 20 minutos estamos en la estación de Tokio sin todavía las aglomeraciones típicas de la hora punta al trasladarse a hoy la Festividad de Primavera.

Desayuno en Bravo, un poco carillo (2500 Y) para lo que es la media. Ya que íbamos con tiempo de sobra intentamos cambiar la hora del tren. Sin problemas, podemos salir en 5 minutos.

El viaje es tranquilísimo con nuestras primeras vistas del Monte Fuji (Fuji-san), con su famosa cumbre nevada y espectacular epicentro de Honsu -principal isla del archipiélago japonés-. Ahora entiendo porqué no quedaban billetes de ventanilla en un tren kilométrico, desde las que casi se puede tocar el monte.
Momento perfecto para escribir las primeras entradas del blog y preparar las rutas por Kioto.
Impresionante la estación de Kioto, más bien centro comercial donde, "de vez en cuando" llegan trenes. La primera parada es la oficina de turismo donde nuevamente cuesta lo suyo comunicarse en inglés. Con la festividad todos los puestos están ocupados y aunque anuncien "English" no es tan cierto. Buena noticia, hoy debido al día festivo, existe un recorrido iluminado que cruza Gion y la mayoría de los templos están abiertos hasta las nueve.
Compramos el pase de un día para bus y metro pues Kioto es más complicado de recorrer que Tokio requiriendo combinar diferentes medios de transporte públicos.

Tras dejar las maletas en la consigna del hotel, tomamos el primer bus desde la estación, el turístico100. Como sardinas y sudando un rato en un día espectacular, el bus nos lleva hasta el primer templo: Sanjusangendo.
Toca descalzarse para recorrer el pabellón -¡que frío!, se nos han olvidado los calcetines gordos-, donde un millar de esculturas de tamaño humano escoltan las 33 divinidades. En el centro, una escultura de Kannon con mil brazos del siglo XII. Los casi quince minutos que toma recorrer el corredor dan fe de que es el pabellón japonés de madera más largo. En el jardín, algunos cerezos ya en flor, contrastan con el brillante naranja de las puertas y estructuras de madera. Buen comienzo en Kioto.

Volvemos a la estación de Kioto, núcleo de comunicaciones y cambiamos el medio de transporte: metro hasta el Castillo de Nijo, no sin antes reaprovisionar en la estación de Kioto.
El Castillo de Nijo con sus sonoros suelos para advertir la presencia de intrusos es un buen ejemplo del poder y riqueza de los sogunes. Riqueza visible en sus interiores exquisitamente pintados y en su jardín meticulosamente cuidado.

A la salida, en una pequeña feria de artesanía nos invitan a entrar en un concierto de música japonesa. Parace que el instrumento de cuerda, koto, es complejo y requiere a veces largos movimientos.

Aún quedan algunos rayos de sol que aprovechamos para darnos un paseo por el Parque Imperial. También la primavera empieza a asomar al parque con floridos cerezos creando una gama cromática quizás extraña para lo que estamos acostumbrados: rojos, rosas, blancos. Todo el mundo sacando fotos a las flores, es increíble la pasión que se despierta en esta época.

El paseo nocturno iluminado es la primera grata sorpresa del viaje. Son unos cinco kilómetros por uno de los distritos más singulares de Kioto, Higashiyama, con sus tiendas y templos abiertos hasta las 21. La luz y la gente crean un ambiente irrepetible para recorrer esta zona. Entramos en el templo Chion-in, donde la colorida iluminación de su puerta no pasa desapercibida en medio de un precioso, y a estas horas casi tenebroso, jardín japonés. El paseo continúa con una sucesión de pequeñas y coquetas calles, puestos callejeros ofreciendo comida y donde los reyes son templos o santuarios como Yasaka o la pagoda de Kiyomizu-yaki que asoma sobre los tejados de las casitas de madera.
En un día festivo como hoy, alegra la vista encontrarse gente ataviada con el tradicional kimono, especialmente mujeres que transmiten una gran elegancia. Es una pena que se vayan perdiendo estas tradiciones.
Salimos de la zona y tengo que reconocer que estábamos totalmente desorientados y eso que Kioto parece fácil mapa en mano. Nos encontramos a unos españoles y les preguntamos por el metro. Nos indican la ruta pero, error, es el tren de la línea Keio. Imposible sacar un billete, ni palabra de ingles y tampoco encontramos a alguien que nos entienda. Nada que se pueda solventar caminando hasta la siguiente parada del metro por Shori Dori, la espectacular calle de compras.

Cena a la italiana al lado del hotel , con pizza y una cerveza japonesa. Delicioso el tiramisú. Por cierto, cena para dos con primero y postre 3500Y, o mucho hemos subido nuestra renta o Japón no es tan caro.

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