jueves, 25 de marzo de 2010

Japón Día 7. Miyajima Kiyomizudera

¡Buenos días! Son las 7:30, un poco duro el tatami de la habitación. Sinceramente prefiero mi "moderno" colchón.

Primer desayuno auténtico japonés en el ryokan y repetimos la operación de anoche: habitación individual con vistas a los cerezos y, al menos, media docena de platos esperándonos. Arroz, pescado, sopa, dulce, tofu -con esto no pude, mal futuro como vegetariano-, algas, etc.
Recuperamos los zapatos y empezamos a darles uso por una Miyajima aún sin turistas.

Daisho-in, primer templo que visitamos, es totalmente diferente a los vistos hasta la fecha. En la falda de la montaña, bordeado por un riachuelo que pone música de fondo a la visita, es una sucesión de simpáticas estatuas, algunas vestidas con chaquetas, baberos, etc.
Una foto, dos, tres, ... son infinitas.

Siguiente, escalinata hasta la pagoda y nueva perspectiva del torii marino, esta vez elevados algunos metros sobre el nivel del mar. No me imagino como se podría ver en un día claro desde el monte Misen.
Pagoda de las cinco plantas (Joju-Noto)
Pabellón de los mil tatamis y hoy también de los mil charcos alrededor para patosos

Finalmente la esperada marea baja nos permite aproximarnos al torii. En la arean, es realmente desde donde mejor se aprecian sus 18 metros y así sacar desde una nueva perspectiva las últimas fotos de una de las mejores vistas de Japón.

Finalmente, el mal tiempo de nuevo nos hace desistir de coger el teleférico para ver las vistas del mar interior de Japón desde el monte Misen. Como no podía ser de otra forma, lo cambiamos por "shopping".
Miyajima es un buen lugar para las compras. Recuerda a pueblos como Santillana del Mar, donde sus calles se han convertido en "centros comerciales" rurales. Si hay que destacar algo, subrayaría las esponjosas galletas, llamadas Momiji, que se hacen semi-artesanalmente en algunos de los escaparates. Rellenas de chocolate, crema y como no podía faltar pasta de judías, están buenísimas. Lástima que caducan a los pocos días y no se podrán disfrutar en España. Por mucho que las buscamos después en Tokio fue imposible.
A parte de galletas, en la mochila caen unos palillos tradicionales japoneses (no chinos!) grabados con el nombre junto a otros, más curiosos, de Hello Kitty para niños. También el típico souvenir: la tradicional "cuchara o espátula" símbolo de Miyajima.

Toca deshacer el camino hasta Kioto. En la estación de Hiroshima, preguntamos por billetes directos pero mala suerte, esta vez con una combinación no directa pero que apenas tarda 15 minutos más. Nos da algo de tiempo para comer algo sólido en la estación y caer nuevamente en la tentación de comprar más gaaaalletas. Por cierto, había un restaurante donde se podía comer okonomiyaki al lado del McDonalds.
Dos horas de tren, buen momento para actualizar el blog y preparar qué visitar a la vuelta en Kioto.

Ya en Kioto, cogemos el bus 206 para ver el templo de Kiyomizudera.
¡Qué suerte! Primer contacto con las tradicionales geishas, llamadas en Kioto geikos. Una maestra ha traído a dos maikos -aprendices de Geiko- para una sesión de fotos. Impresionan sus elegantes y elaborados trajes junto al cuidado maquillaje, especialmente el dibujo formado en la parte posterior del cuello.

Hemos visto templos en tierra, en mar y éste prácticamente está suspendido en el aire. Su estructura de columnas de madera lo mantiene casi sobrenaturalmente sobre la falda de la montaña. Parece imposible que se mantenga. Allí están posicionados los trípodes buscando la mejor foto nocturna del templo.

Paseo nocturno por las calles entorno al templo (Sannenzaka, Ninenzaka) y Gion donde aprovechamos para realizar algunas compras en sus preciosas tiendas de artesanía –papel artesanal, pañuelos de seda, muñecas de papel-.

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