En nuestro viaje de regreso hacemos una de las últimas paradas en este pueblo, Saint Brice pues en los apuntes del viaje teníamos que aquí se encontraba una antiquísima abadía.
Emprendemos camino y después de salir del pueblo nos encontramos con el Chateau Garde-Epee donde destaca el impresionante palomar a su entrada. Es un chateau peculiar pues tiene un corte más campestre, de trabajo, y no tan delicado como los dedicados al ocio y el descanso.
Entre campos de cereales y de flores silvestres, después de casi una hora caminando y dudar que llegaríamos a encontrarla, apareció la Abadía de Chatres. Sus dimensiones impresionan y más en un paraje donde sólo se escucha el cantar de los pájaros. En todo el camino desde el barco, sólo nos hemos encontrado un par de coches.
Por cierto, con el barco también se alquilan bicicletas. Amplían el radio de las rutas y facilitan caminatas como la del día de hoy.
A la vuelta de la abadía nos permitimos el gusto de pegarnos una siesta en cubierta en el mismo chateau o, al menos, pegados a su jardín.
Tranquilamente continuamos haciendo una de las últimas paradas del crucero en Bourg Charente. Allí, nos entramos el último chateau del crucero cuya delicada casita a la entrada es una muestra del detalle de su construcción. En cierta manera, recuerda las casitas de los cuentos.
Por cierto, sorprendía ver a algún niño bañándose en el río pues los barcos en este canal no llevan depuradora.
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