Empezamos con mal pie el viaje en 4x4 ( de seis personas) pero con humor. El primer todoterreno con sistema de arranque "por puente" se avería, afortunadamente aún en carretera pues algún otro se quedaría tirado en el desierto. Cambio temporal de vehículo hasta el pueblo y nuevo cambio por, como no, otro Toyota 4x4. Nos sorprende la precocidad del conductor que nos comenta tiene 18 años, no sé si creerlo, y que lleva desde los catorce conduciendo.
Primera parada en el desierto, la fuente que descrubrió Mr. Lawrence. Envidiable, ahora que no me escucha mi mujer, la esposa madrileña del beduino de la jaima en la fuente de Lawrence de Arabia. No soy muy aficionado al té pero tengo que decir que me ha gustado bastante el que nos ofrecieron allí. Al final, se nos ha olvidado comprar algún paquete.
Junto a la montaña más a
Junto a la entrada del desfiladero se puede apreciar un efecto curioso producido por dos colores de arenas: rojo y amarillo.
Próxima parada: la duna. Creada por la arena al colisionar con uno de las numerosas rocas o montículos de la zona ofrece desde arriba una maravillosa vista 360º , que si no me equivoco forma parte de una de las escenas más bonitas de la película Transformers 2. Momento de diversión, !descenso en picado por la duna! y como no, vaciado de arena de las zapatillas.
Cogemos nuevamente el autobús y nos dirigimos al campamento donde pasaremos la noche. El cruce de la vía del tren elevada sobre el desierto, trae el recuerdo de escenas de la película Lawrance de Arabia donde dirigidos por el inglés, los árabes vuelan las vías y atacan a los convoyes otomanos.
Todos los campamentos, se encuentran juntos alrededor de una pequeña montaña que los protege del viento y sol. La esperada jaima no es tal, sino más bien una tienda de estilo árabe de planta cuadrada y techo piramidal con alfombras en el suelo. En campamentos anteriores hemos visto auténticas jaimas de pelo de cabra, pequeñas casitas de adobe, etc.
Después de comer, un rico cordero cocinado enterrado en arena y de sabor similar al cordero al horno, salimos para ver el ocaso del sol. Algunos se deciden por el camello (15 DJ/hora), otros preferimos caminar sobre la arena. Esta es una de las mejores sensaciones del viaje: poder caminar durante unas horas por el desierto, subir a los montículo y poder disfrutar de las vistas del atardecer con caprichosas sombras junto a los 4x4 y camellos retornando de las excursiones.
Ya caida la noche regresamos al campamento donde nos espera una barbacoa beduina (pollo, cordero y ternera). Se cierra con baile de "discoteca" bajo ritmos de música local y algún que otro exceso con el alcohol, como el de un simpático grupo de septuagenarios alemanes que acabaron a gatas.
Acaba la noche alrededor de una hoguera con un té que sabe a gloria bajo un cielo plagado de estrellas. Una pena no tener una carta astral. Y hablando de cartas, tampoco hubiese estado mal tener una baraja para pasar la tarde con un mus en el desierto.
Madrugón a las cinco de la mañana para ver el amanecer, aunque todo hay que decirlo, la incómoda cama actúa como despertador natural.
Muchos de los madrugadores subieron al montículo que se encuentra detrás del campamento con lo que difícilmente pudieron contemplar la salida del sol. En dirección a la carretera y rodeando la montaña que protegía al campamento, se podía apreciar perfectamente el espectacular amanecer, amenizado con el canto de los gallos del cercano pueblo.
Casualmente, mientras el astro rey asomaba por el horizonte y cámara en mano, apareció un habibi montado en camello que puso un halo de exotismo en las fotos. Pura casualidad a coste cero.