sábado, 24 de enero de 2009

Berlín. Día 3

Ejemplo de lo que suele pasar cuando no preparas bien los viajes e improvisas. Es domingo y queremos visitar el "mayor" mercado de Berlín: Flohmarkt. Para ello nos acercamos al barrio de Prenzlauer Berg (metro Senefelderplatz o Eberswalder) . Antes de acercarnos al mercadillo, aprovechamos para desayunar en uno de los muchos y bonitos cafés de esta coqueta zona residencial. Curioso, enero, casi bajo cero y las terrazas montadas, eso sí con su mantita en cada silla para no pasar frío.
Con las pilas cargadas y haciendo un poco de patinaje sobre hielo nos acercamos al mercado. Un poco decepcionante, quizás por la comparación del conocido rastro de Madrid o por el tiempo, con hielo aún en las calles. A la vuelta del viaje nos hemos encontrado un blog curioso al respecto de esta zona y de su mercado.

Tomamos el metro para dirigirnos a uno de los zoos más famosos, quizás una buena disculpa para elegir esta ciudad como destino familiar. En este viaje no hay cabida principalmente por el tiempo que requiere pero si merece una parada para ver sus curiosas puertas.

Junto al zoo se encuentra la plaza Breitscheidplatz donde destaca el contraste entre sus dos torres, la torre mutilada de la antigua iglesia homenaje al Kaiser William Kaiser-Wilhelm-Gedächtniskirche y la moderna.
Es una buena oportunidad para pasear por una de las principales arterias comerciales de Berlín, Kurfürsterdamm Str, que tiene su punto de partida en la que empieza a ser una de los buques insignia españoles: Zara.

Nuevamente bajamos (o subimos?) al metro en Zoologischer Garten para visitar el Palacio Charlottenbourg. A pesar del frío, creo que hemos tenido suerte con el tiempo pues la nieve y el cielo azul dan un "sabor" especial a cualquier visita.

Al menos algo en lo que no habíamos prestado atención normalmente, no todos los semáforos de peatones son iguales. Y en Berlín creo que muchos nos daremos cuenta de ello, especialmente cuando nos aproximamos a la puerta del zoo. Es recomendable leer la historia que se esconde detrás del simpático muñequito que nos ayuda a cruzar las calles y que se ha convertido en símbolo extraoficial de de Berlín.

Cogemos el ya clásico dos pisos, bus 100, para volver al centro. Sí, es verdad, aún faltan los principales representantes de Berlín a la luz del día, y a eso dedicamos la tarde recorriendo su columna de vertebral: Unter den Lindem.

Berlín es un continúo recuerdo de los tristes errores humanos, que frecuentemente contrasta con la alegría y colorido de su vida cosmopolita. En el templo griego, Neue Wache, tenemos otro de esos momentos que no se olvidan. El volumen del templo y la solitaria escultura de la madre con su hijo muerto en su regazo, genera una cascada de sentimientos que prácticamente te paralizan.

El paseo por ambas aceras van dejando una muestra de símbolos del Berlín de Hoy: la Universidad , las tiendas de coches como Ferrari, Peugeot (muy curiosa), le embajada rusa o el clásico hotel Aldon famoso por el desafortunado Michael Jackson descolgando a su hijo.

A escasos pasos de Under den Linden nos encontramos con una plaza de increíbles dimensiones y belleza, la cual da cabida a dos catedrales. Es la plaza de Gendarmenmarkt. En ella y escoltando a la Konzerthaus podemos disfrutar de dos catedrales gemelas: la alemana y la francesa. No tiene pérdida la panorámica en la Wikipedia.

Pero a estas alturas y presidiendo esta avenida falta el emblema con mayúsculas de Berlín: la Puerta de Branderburgo . De día, de noche, con sol, con lluvia merece la pena pararse frente a ella tranquilamente y si es posible aprovechando los momentos de menos bullicio y visitantes. La historia de esta puerta (no arco), está muy ligada a los acontecimientos que han marcado la historia del país y la ciudad. Aquí creo que es mejor recurrir al tópico de la imagen y recordar algunas de las fotos en la web.

Giramos 90º para tomar el eje más representativo de lo que fue la época nazi. Comienza a formarse un nudo en el estómago al aproximarse al Monumento al Holocausto. Polémico en su inicio, creo que hoy en día consigue representar y recordarnos con gran simbolismo el Holocausto. Recomendable también la vista desde la cúpula del Parlamento.

El único lado positivo de Muro, que no fue único, sino un corredor entre las dos alemanias, ha sido el invalorable espacio en pleno centro de Berlín. Ello ha permitido un incomparable desarrollo urbanístico y arquitectónico que en muy pocos lugares se puede contemplar.

El paseo siguiendo Wilhelmstrasse hasta la Topografía del Terror es un continuo recuerdo del nazismo. La sucesión de nombres, edificios y recuerdos ponen los pelos de punta. Pero es en la Topografía del Terror donde ese sentimiento llega a su máxima expresión. El silencio contagioso que nadie se atreve a romper, la historia y significado del lugar, y particularmente la crudeza transmitida por las fotos hacen de este sencillo solar una visita indescriptible e inolvidable. Cuesta romper el silencio antes de continuar
Desde aquí al mítico Check Point Charlie, antiguo punto de acceso entre las dos alemanias y vuelta al hotel para cenar cerca.

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