Destruido dos veces, la reconstrucción de la cúpula por Norman Foster es espectacular. Subiendo por la amplia escalera de espiral se vamos contemplando lo que hemos recorrido durante estos días. Pocas ciudades, pueden ofrecer un mirador con tales vistas.
Mención especial a los edificios que rodean la explanada donde se encuentra el parlamento, y como no al Monumento al Holocausto, que también sobrecoge desde las alturas.
Cogemos el bus 100 que más bien parece un bus turístico que público pues recorre cada 5-10 minutos el eje turístico de Berlín: del Zoo hasta Alexander Platz. Junto con la línea 200 permiten moverse por el centro de Berlín de forma fácil y rápida.
Con tranquilidad, vamos bajándonos en las paradas de la línea 100 que hay a lo largo del parque Tiergarten, pulmón de Berlín:
Columna de la victoria, centro de las macrofiestas que se celebran en Berlín y símbolo gay
Palacio de Bellevue, actual residencia del presidente alemán
Reichtag, donde nuevamente aparece el nudo en la garganta al pasar por delante de las cruces por aquellos que murieron al intentar atravesar el corredor entre las dos Alemanias.
Tranquilamente y disfrutando del cálido cielo azul reflejado en los rascacielos de Postdamerplatz decidimos poner rumbo al hotel.
Descubrimos en esta plaza la curiosa tienda de ampelmann, el simpático muñequito de los semáforos.
Para los amigos y adictos al chocolate no hay que perderse la impresionante tienda de chocolate, Fassbender & Rausch (Charlottenstr. 60) . En ella pueden verse reproducciones en chocolate de los principales símbolos de Berlín (el oso, el parlamento, la puerta de Branderburgo, ...).
Fin: maletas y al aeropuerto en tren, por cierto, de los más raros que he visto con largos y estrechos pasillos para acceder al embarque.
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