
Como comentaba adaptarse al "horario europeo" ha sido sencillo y trae gratificaciones como el maravilloso amanecer que teníamos desde la ventana de la habitación número 5.
Comenzamos parando en la oficina de turismo de Ste-Marine para ver lo que nos recomienda, aunque la idea está más o menos clara: recorrer la costa hasta Pointe de Raz y bajar a Quimper (Kemper en bretón), capital de Finisterre. La verdad es la señora que nos ayudó parecía que tenía ganas de hablar y no me estraña pues debíamos de ser los únicos turistas en esta época en Ste-Marine. Eso sí, superamable y nos proporcionó mucha información.
De camino a la estrella del día, "Pointe du Raz", nos vamos encontrando pequeñas pero encantadoras sorpresas como el calvario de "N.D. Tronoën" o las colororidas plantaciones de bulbos.
Llegamos a Audierne donde nos damos un rápido paseo por el bonito puerto pues el tiempo, como siempre, ya va justo.
Todos esto puertos pequeños o grandes denotan la pasión por la mar que hay en esta zona. Ya el norte de Bretaña, lo pudimos observar y en el sur se ha confirmado.
Seguimos nuestra ruta hacia uno de los cuatro GrandSite du France. Pese a que nos esperábamos una mala carretera por el lugar donde se encuentra Pointe du Raz, no fue así. La orografía no complica las carreteras de Bretaña, ni siquiera en un lugar como éste.
Una ruta de unos 20 minutos através de un sencillo camino lleva a los impresionantes acantilados que forman este paraje lleno de leyendas. Pese a la fama de la zona, el día era soleado y con algo de viento con lo que el mar estaba en calma pero debe ser sobrecogedor visitar estos acantilados con la mar embravecida.
A la vuelta del viaje me he encontrado su página web, merece la pena visitar para darse cuenta de la belleza de este paraje.
¿Qué decir sobre Locronan ? Pasear por este pequeño pueblo es perderse en el pasado. Sus casas mantienen ese encanto de antaño, especialmente en esta época, donde apenas te encuentras turistas.
Llena de casas de piedra y entramado de madera parece que salvo el asfalto de sus calles, mantiene intacto su carácter de siglos atrás. Su consideración como uno de los pueblos más bellos de Francia no plantea dudas.
Ya oscureciendo entramos en Quimper, capital de Finisterre. Destacaría varias casas entre el resto, pero es una opinión personal pues son muchas y bonitas. La primera es la tienda H&B de souveniers junto a la catedral, se reconoce fácilmente por su fachada cubierta por platos de loza
Finalmente, nos gustó mucho una pequeña casita, hoy en día tienda de música, con el entramado de madera pintado en azul y un original cartel.
De regreso al hotel, decidimos hacer una parada "comercial" en Carrefour para apovisionarnos de productos Made in France. Llenamos el carrito con sidra de la tierra (a ver que dicen los asturianos de ella), cerveza bretona (aún no la hemos probado), crepes, "galletes", chocolate, foie (estaba de oferta la marca Larnaudie) y confit de pato. Es lo bueno de llevarse el coche de viaje.
Esa noche cenamos en el hotel. Auténtica cocina francesa. Foie mi-cuit para empezar seguido de, como no, un pescado de la zona. Decir que me sorprendió el postre de quesos no por su sabor sino por su presentación. Eran quesos franceses preparados de diferentes maneras: en espuma, galleta, crema.
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