sábado, 4 de abril de 2009

Vetusta, Oviedo, Uvieu

Los filtros nos hacen ser más críticos con lo más cercano no permitiendo observar esos detalles que engrandecen a una ciudad. Edificios que se descubren cuando han estado ahí toda la vida, rincones mágicos donde pasábamos de largo, plazas casi desconocidas o tradiciones convertidas en rutina. Todas ellas renacen cuando eliminamos esas barreras, bien por la distancia, bien por el paso de los años o ¿acaso ambas?.

Cuesta recordar la Vetusta o el Oviedo de hace 20-30 años, con su casco antiguo ennegrecido y triste, con los peatones arrinconados, con rincones y monumentos sin significado.

El Oviedo de hoy, es un Oviedo muy diferente. Colorido, alegre, lleno de rincones mágicos con entrañables personajes de bronce como la lechera o el viajero que se han convertido en auténticos carbayones. Hasta Woody Allen se ha querido quedar, transformado en un eterno peatón más que disfruta tranquilamente de estas calles.

El paseo por el casco viejo que rodea el ayuntamiento se convierte en una sucesión de plazas: del Fontán , de la Constitución (Ayuntamiento), La Corrada del Obispo, del Paraguas , del Pescao. Y brillando entre ellas Trascorrales con su viva "lechera y su burrín".
Seguro que sorprende, ver junto al Teatro Campoamor, lugar marcado por la solemnidad de los Premios Principe de Asturias, el Culis Monumentalibus polémico en sus inicios pero uno más de los símbolos de Oviedo hoy en día. Y al lado de ella la maternidad de Botero.
La curiosa catedral inacabada con sus torres esperando ser construidas, con su Cámara Santa donde los asturianos guardamos nuestro símbolo, la Cruz de la Victoria junto al de Oviedo, la Cruz de los Ángeles.

Y para llenar la retina de ese verde fresco que caracteriza a Asturias, que mejor que pasearse por el pulmón de la ciudad, El campo San Franciso. Siempre lleno de niños y padres jugando entorno a los reyes del parque o al menos eso parece que piensan ellos: los pavos reales.

Salgamos a las afueras.
Qué mejor legado han podido hacernos nuestros ancestros que San Miguel de Lillo, Santa María del Naranco o Santullano, todavía en Oviedo. Uno sólo, ya llenaría de orgullo a cualquier ciudad. Todos ellos en las cercanías de Oviedo, son punto de encuentro del pasado real (de reyes) de esta tierra. Caprichos de reyes para disfrute de "plebellos".

Podría pasarme toda una tarde con una cámara (y sin ella) en frente de Santa María del Naranco, pabellón de caza en lo que antes fue parte de los famosos bosques, donde una ardilla podría saltar de rama en rama para cruzar España.

Subir al monte Naranco (no Naranjo) para disfrutar de una vista de la ciudad y como no, tomarse una sidra. Los aficionados al ciclismo recordarán momentos históricos justo frente a San Miguel de Lillo. Aficionados "empujando" con su ánimo a agotados corredores, ciclistas que se quedaban clavados, cadenas que se salían en el peor momento. Son momentos de la historia del ciclismo marcados en el Naranco.
En invierno o en verano, primavera u otoño siempre es tiempo de una buena fabada o bien "unes fabes con almejas" sin olvidarnos de ese consistente arroz con leche asturiano quemado al fuego. Ya se arreglarán los excesos, con una cena ligera o mejor, con una merienda tardía con carbayones o unos bombones de Peñalba.
Pero antes, un aperitivo de la tierrina, unos culines de sidra en la plaza del Fontán rodeado de alegría y color, ejemplo de la mejor recuperación del pasado oscuro y sombrío. O bien, unas sidras en la recuperada calle Gascona, que aún nos recuerda épocas pasadas de chigres de pueblo.

Sólo puedo decir si no lo has hecho, visítala y disfruta. Si ya lo has hecho, estoy seguro de que repetirás.

No hay comentarios: